Pan, el alimento por excelencia.
Porque queremos recuperar el alimento que ha acompañado en su tránsito a la humanidad, sustento del cuerpo y el alma. Herederos milenarios de una tradición, de una vocación que fue oficio gremial, nos toca ahora “hornear la Memoria” y recuperar este arte culinario, el de hacer pan en casa. Un placer místico y energético.
El buen pan
Nuestro pan es duro y estéril, carente de cualquier forma de vida, por el que pagamos un alto precio en materia de salud y medio ambiente. El pan contiene hoy en día más química que nutrición y sabor.
Si comiésemos un buen pan fresco y saludable, horneado localmente de forma artesanal o hecho en casa, descendería el índice de enfermedades cardíacas. El gobierno no tendría que fijar impuestos tan altos para pagar enormes cantidades de dinero en medicinas y hospitales. Habría menos depresiones y una mayor alegría de vivir, menos tráfico en las carreteras y aire más limpio para respirar.
El buen pan debería convertirse en el símbolo de nuestra sociedad. Pan hecho de harina ecológica, molida a la piedra, debería encontrarse fácilmente en la panadería del barrio. La harina blanca que se decolora con dióxido es tóxica.
Si queremos recuperar la salud física y mental del país, hay que empezar por el buen pan. Cuando seamos cuidadosos con la calidad del pan, seremos cuidadosos con la calidad de la alimentación. Cuando seamos cuidadosos con la alimentación, seremos cuidadosos con la calidad de vida en general.
Hacer tu propio pan o comprarlo en una panadería artesanal son las dos opciones hacia la autonomía individual y de la comunidad local; es recuperar nuestro derecho básico al buen pan. Una hogaza saludable es un derecho de nacimiento.
Artículo publicado por Satish Kumar en «Resurgence».